De caceria

Esto fue mas o menos cuando tenia 15 años.
Hubo una tarde en que con P no teníamos nada que hacer. Atrapar ratas con una trampera no era tan fácil como suponíamos, incluso probando con diferentes tipos de quesos. En la estación de trenes de VDP, en donde abundaban estos roedores, nos fue imposible atrapar alguna jamás. Y eso que nos pasábamos varias nocturnas horas a la espera del chasquido de la trampera, mientras picábamos unos ollies o saltábamos alguna escalera con nuestras tablas, en la iglesia vecina a la estación.
Así que una tarde de aburrimiento surgió la idea de hacer lo mismo pero esta vez no con un roedor terrestre, sino con uno volador, y si, cuando vimos la aglomeracion de palomas en la esquina pensamos que no lo podíamos dejar pasar. Ambos somos amantes de los animales e incapaces de lastimar a ninguna criatura, pero nuestra búsqueda de experiencias y sensaciones extremas nos permitio darnos la única oportunidad de nuestras vidas y ver que se siente.
No fue difícil. Nos acercamos, salieron todas volando, dejamos la trampera preparada y pusimos un pedazo chico de pan. Salimos rápido con nuestras bicicletas ya totalmente arrepentidos de lo que habiamos echo y sin querer mirar el inminente desenlace. Hasta que el chasquido que nunca antes habíamos podido conseguir nos hizo poner la piel de gallina. Seguimos pedaleando a toda velocidad tratando de escapar de la situacion.
Volvimos al lugar a los diez minutos aproximadamente, y por fortuna encontramos la trampera llena de plumas pero sin rastros de la paloma. Tuvo suerte y pudo escapar por sus propios medios.
Fue la primera y ultima vez que hicimos algo parecido, ahora ya sabiamos lo que se siente.

Atentados

Había noches de aburrimiento que salíamos a tirarle adoquinasos al frente del colegio. G.P era el que mas puntería tenia y siempre se llevaba uno o dos vidrios en su haber. Pero lo mejor fue cuando hicimos un atentado la noche anterior a la muestra anual para padres y todo estaba reluciente.

Bebe rockeado

Calcular la trayectoria, de una fuerza que avanza en dirección contraria empujada por las manos de alguien a quien no se le tiene mucho agrado, y acertarle un pequeño escupitajo justo en la frente de esa masa que avanza y que resulta ser un bebe en su carrito, no tiene precio. Esta proeza se la adjudico mi gran amigo P.
Estas son las cosas que hay que hacer una vez en la vida para enfrentarse al sentimiento de ese momento.

Google
 
Elegant de BlogMundi